(POR MANUEL RIVAS, LA GACETA) “El parque es el paseo de moda en Tucumán. En estas tardes sofocantes, el pueblo acude a respirar aire fresco en sus prados desgranándose entre las avenidas y jardines. Van allí, desde lo más aristocrático de nuestras damas hasta el obrero humilde”. De esta manera nuestro diario definía la relación que los tucumanos de la década de 1920 habían desarrollado con el parque 9 de Julio. Para agregar: “la población dominguera, carente de otros sitios de esparcimiento, y ansiosa de respirar un poco de aire, veíase obligada a jirar en torno de las cuatro cuadras embaldosadas de la plaza Independencia o a tragar tierra buscando una expansión para la vista, a tres leguas de la ciudad en plena montaña”.
Para 1928, “el parque Centenario de nuestra ciudad, que ha conquistado ya un puesto envidiable entre sus similares en toda la República, ha sufrido en estos últimos tiempos una notable transformación”. La comisión Administradora del parque era presidida por Felipe Pérez, además eran miembros el rector Juan B. Terán y el intendente Juan Luis Nougués. Junto a ellos trabajaba el presidente saliente José Ignacio Aráoz, bajo cuyo mandato se iniciaron algunas de las obras que se estaban desarrollando y que iba a dejar el cargo para acompañar al gobernador electo de aquel momento, José Sortheix.
Fondos nacionales
La comisión aprovechó el subsidio “de medio millón de pesos que oportunamente votara el Congreso de la Nación“ para realizar una serie de obras necesarias para el mejoramiento del paseo. En una breve síntesis se destacaba la importancia inicial del parque como una obra de saneamiento para la zona. Tras ello se pasaban a considerar las construcciones para “el embellecimiento de nuestro gran paseo”. Entre los trabajos que se estaban desarrollando por entonces merecían especial mención: “la construcción de una gran usina y de una hermosa pérgola”. La usina iba a proporcionar la energía para dotar al parque “de un extensa dotación de focos para iluminar el paseo”.
La usina
La “casa para la usina” comenzó a ser construida en julio de 1928 y para octubre estaba casi concluida. El costo fue de 20.000 pesos. “Tiene capacidad para ubicar dos grupos electrógenos de sesenta y cuatro kilowatts cada uno y el proyecto primitivo ha sido ampliado en el sentido de haberse previsto la ubicación de un tercer grupo, de igual capacidad que los anteriores y que será necesario instalar una vez que se habilite al público la parte sur del Parque Centenario”, reseñaba la crónica. Además se informaba que con uno de los equipos a instalarse se podía iluminar con “una dotación de casi trescientos focos, la parte actualmente habilitada de nuestro gran paseo”. El objetivo era tener el otro equipo en reserva de tal manera de poder hacer frente a las emergencias. Otro punto que se destacaba era que el cableado era subterráneo y que tenían una extensión de 15 kilómetros. Se aclaraba que en los sectores menos transitados del paseo la instalación sería aérea.
Los equipos generadores y su instalación tuvieron un costo de 150.000 pesos y fueron habilitados en diciembre de aquel año. La comisión dispuso la instalación de columnas de iluminación “ornamentales que serán colocadas en el corazón mismo del Parque, en sus avenidas más traficadas y que serán alimentadas por cables subterráneos, construyéndose un total de ciento setenta, correspondientes a igual número de focos”. Otras 130 columnas de hierro fundido fueron instaladas en zonas menos transitadas del paseo.
La casa de la usina sigue aún en pie frente al lago San Miguel y junto a la avenida Benjamín Aráoz. Allí en la actualidad funciona un jardín maternal.
La pérgola
La imponente pérgola, que en el presente rodea el rosedal, “constituirá un magnífico paseo y será indiscutiblemente la parte más bella del Parque. Su diámetro tendrá más de trescientos metros estando constituida en su perímetro por columnas unidas en la parte superior por vigas. Entre los dos círculos de columnas existe una distancia de seis metros destinada a los paseantes y estará dotada de bancos de mármol”. Nuestra edición le presentaba a los tucumanos las diversas obras que se estaban desarrollando en el parque y que actualmente persisten. Sin embargo en el centro de la pérgola se había proyectado una fuente que no fue construida.
En aquel artículo ya se anunciaban las obras previstas para el sector sur del parque donde se destacaba ya la figura del aeropuerto Benjamín Matienzo. Por eso anunciaba que “no está lejano el momento en que se habilite la parte sur del parque, debiéndose dentro de poco abrir una nueva avenida que partiendo de la Benjamín Aráoz vaya hasta el gran bosque de eucaliptus ubicado atrás de las instalaciones del aeródromo”. El proyecto describía la futura avenida Brígido Terán que se construyó unos pocos años después permitiendo el acceso a la estación aérea y al viejo estadio de Central Norte.
La decisión de un piloto francés, Marcelo Paillete, en 1911 de aterrizar en la zona sur del paseo hizo que el lugar se vuelva pista de aterrizaje por azar. Dos años más tarde recorrió nuestros cielos Castailbert, con un Bleriot, que usó como pista la misma zona del parque. Desde allí partió el primer vuelo hacia Tafí del Valle en 1921. Tras 20 años, el 23 de mayo de 1940 se inauguró el moderno edificio de estilo californiano del aeropuerto y sede del club. Según nuestra crónica la concreción del edificio “ha venido sufriendo algunas postergaciones, debido a la carencia de fondos y por otra parte, el anhelo de los dirigentes, de inaugurar la sede propia, recién cuando fuera posible hacerlo con lujo de detalles y con una terminación total”.
Saneamiento
Cabe recordar que el parque se realizó con fines primordialmente de saneamiento ya que la zona era pantanosa. Por eso las obras de defensa eran primordiales ya que el río Salí “tiene tendencia a invadir con sus aguas la margen derecha en cuyos terrenos está el Parque Centenario y que si llegara a producir una creciente extraordinaria, podría destruir buena parte de la gran obra que se ha realizado”. Por ello el director de la comisión, Pérez, solicitó que el Ministerio de Obras Públicas de la Nación realice las obras de protección sobre las márgenes del río ya que se anunciaba que estaba pronto a realizarse el nuevo puente sobre el Salí que iba hasta la ruta 9. En enero de 1930 se encontraban avanzadas las obras del puente Lucas Córdoba que aún siguen dando servicio para llegar hasta la Banda del Río Salí. Por entonces la estructura de hormigón iba a reemplazar el viejo puente de madera que prestó servicios por más de medio siglo.
En 1871, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, la Oficina Nacional de Ingenieros encargó estudios a los técnicos franceses Julio Delacroix y Luis Dode para la construcción de un puente de madera -de quebracho colorado-. Como sigue sucediendo en la actualidad, el caudaloso Salí se llevó la obra, y desde entonces hubo sucesivas intervenciones en 1879 y en 1900. En 1912, el Senado aprobó, por iniciativa de Alberto León de Soldati, la construcción de un puente metálico, pero el proyecto no prosperó.
Creación del parque
En 1898 De Soldati presentó un proyecto a la Legislatura para la creación del parque 9 de Julio, cuya inauguración se concretó el 23 de setiembre de 1908, durante la gobernación de Luis Nougués. Se expropiaron 400 hectáreas, cuya mayor parte estaba cubierta por pantanos. Fue el arquitecto francés Charles Thays quien se ocupó de su diseño. Por iniciativa de Terán se adquirieron en Europa más de 60 réplicas de esculturas famosas como la Venus de Milo.
El 24 de diciembre de 1922 quedó inaugurada como monumento histórico la casa del obispo Colombres. “Desde temprano comenzó a llegar un público numeroso”, expresaba nuestro diario respecto del acto, y agregaba: “con mucho entusiasmo se realizó la inauguración”. La ceremonia había tenido que ser suspendida en dos ocasiones debido a los efectos de un temporal que afectó nuestra ciudad. El primer intento fue el 17 de diciembre. LA GACETA titulaba: “hoy será inaugurada su exposición al público”. Pero no se pudo concretar porque la lluvia no lo permitió. El siguiente intento fue el jueves 22, cuando el acto también se vio frustrado a causa de las lluvias. Nuestro diario decía: “debido al mal tiempo se ha postergado la inauguración para el 24”. De tal manera que se cumplió el recordado refrán: “la tercera es la vencida” y la casa fue habilitada al uso público aquel día. Actualmente es el “Museo de la Industria Azucarera”. La tarea realizada por el doctor Ernesto Padilla en defensa de la edificación fue clave para su salvaguarda. “Abandonada durante muchísimo tiempo, durante el gobierno del doctor Padilla, se ordenó su restauración, encontrándose hoy tal como la viera su primitivo dueño, el fundador de la industria azucarera en Tucumán, doctor D. José Eusebio Colombres”, agregaba el cronista.
Durante el primer gobierno de Miguel Mario Campero (1924-1928), se encargaron en Francia, las réplicas de las estatuas clásicas griegas realizadas en fundición, que actualmente pueden ser observadas en los jardines del sector oeste del Parque. Las compras en Europa estuvieron a cargo del rector Terán bajo la guía de Aráoz, presidente de la comisión de embellecimiento del parque.
Fuente luminosa
El sábado 23 de diciembre de 1939, San Miguel de Tucumán incorporaba una nueva atracción al parque 9 de Julio: una fuente luminosa, que se asociaba al reloj floral, a la pérgola y demás obras. Aquel conjunto hacía del paseo un lugar de visita obligado para las familias tucumanas. La crónica de LA GACETA señalaba que “la fuente luminosa que anoche lanzó su primera cascada de luces en forma oficial, es una maravilla de la ingeniería hidráulica, digna de las ciudades más adelantadas del mundo. Su aspecto en actividad es de verdadera imponencia, dando un golpe de vista magnífico, que no sólo recrea la visión, sino que refresca el ambiente”. La obra tardó unos años en concretarse. Fue proyectada cuando Miguel Critto era titular de la Comisión Administradora del parque. En aquel entonces se elevó el proyecto para su concreción. Pero las obras previas de embellecimiento del paseo dejaron las arcas exhaustas y la fuente debió esperar. Al acceder a la primera magistratura provincial, Critto impulsó su construcción, que se concretó bajo la presidencia de la comisión de Roberto Berho. Los presentes aplaudieron cada una de las piruetas que las aguas realizaban iluminadas con un arco iris de colores los fuegos artificiales dieron un magno cierre al acto. La concurrencia se instaló en lugares estratégicos para ver la evolución de los fuegos y la aprobación se expresó por medio de exclamaciones de sorpresa. La crónica indica que “luego dio comienzo el anunciado baile popular, el cual se efectuó en las tarimas ubicadas ex profeso y fue amenizado por una orquesta típica de diez profesores. Este baile, que tuvo características de gran animación, se prolongó hasta las 4 de hoy (en referencia al 24 de diciembre)”.
En 1962 se proyectó la construcción de un anfiteatro, pero la obra se fue postergando y modificando en el tiempo hasta que, finalmente, en setiembre de 1976 se inauguró el Palacio de los Deportes, que fue empleado durante algún tiempo para espectáculos musicales. Por la falta de uso y por el abandono, el auditorio techado comenzó a deteriorarse.